27 jul 2011

Berenice Navarro

"Muchas cosas de las que hago o digo cuando estoy contigo, las hago porque quiero verte feliz, quiero verte bien. Me gustaría hacerte sentir bien y quitar toda esa tristeza que te rodea, ¡pero no sé cómo!"
Palabras muy similares le dediqué a tu persona el día que cumpliste 16 años.




...




Berenice es una chica muy peculiar, quien un día conocí al ingresar a primer grado de secundaria. Llevaba puestos unos anteojos, eran redondos, de aro metálico, y un deslavado color rosa (los cuales fueron quebrados un par de meses después y sustituidos por unos que cambiaban de color al detectar la luz solar, eran "la onda"); tenía el cabello largo y castaño (aún no había sido víctima de los químicos y tintes), piel blanca, uñas maltratadas y mal pintadas, pechos muy desarrollados para sus 12 años y una mochila que desencajaba por completo en la "pulcra" imagen de la católica institución. Nunca imaginé que aquella preadolescente llegará a significar tanto 8 años más tarde.

Recuerdo un día que tocó a mi puerta, una de las primeras ocasiones, -espera un momento- me dijo. Acto seguido regresó con un globo rojo inflado a base de helio, el cual tenía forma del personaje Elmo. -¡Feliz 14 de Febrero!- dijo, me abrazó y se fue. Dejando una estúpida sonrisa marcada en mi rostro.

En ocasiones volvía, me contaba historias de púbera, sobre qué muchachos besaba o le gustaban, o que nuevas experiencias le habían ocurrido. Me encantaba escucharla, me imaginaba como sería poder vivir todas esas situaciones, eran relatos bastante entretenidos, con personajes únicos.

Siempre me presentaba a los chicos con los que compartía un noviazgo, los conocí a todos, excepto a uno. Los más afortunados y privilegiados eran traídos a mi casa. Necesitaban mi aprobación (según sus argumentos).

Curiosamente, varios de los momentos más significativos que recuerdo han pasado al interior de mi actual hogar (la mayoría mientras me encontraba en cama y ella nunca dejaba de asistir). Recuerdo aquella vez que dije: "En 3 días me tienen que operar ambas piernas, tengo miedo", momento en que solo nos bastó un abrazo para lloriquear por minutos. ¿Recordará el día que le lanzaron esa estúpida pulsera en la cara? Ahora nos reímos de tan absurdo momento, pero en ese instante lloró como pocas veces.

Si ella me lo permitía; la peinaba (en realidad solo hacía maldades enredando su cabello y dándole formas ridículas), siempre me ha tenido mucha paciencia. Cuando podía me convencía para ver filmes que no eran de mi agrado, tales como "Cabaret" ó "Pink Floyd: The Wall" (lo cual me ayudó a abrir mis horizontes y perspectivas), y yo en venganza, le hacía ver emisiones como "El Show de Cristina" o algún otro aberrante programa que incluso yo odiaba.

Hubo una temporada en que cortaba su cabello de manera seguida, nunca lo aceptaba, pero yo siempre lo notaba.

Y aunque su vida nocturna durante los fines de semana no era muy frecuente en aquél tiempo, varias veces se quedaba a hacerme compañía. Nunca le he dicho que a la fecha aprecio demasiado esos detalles.

En una oportunidad nos comenzamos a pintar los rostros de blanco y algunas manchas negras (al mero estilo "Moderatto"), seguida de una sesión fotográfica. Fue memorable.

En las vacaciones, dejábamos de comer para bajar de peso, durmiendo la mayor parte del día para olvidar el hambre.

Con el transcurso de los años, hay temporadas en que dejo de verla, de saber de ella. Nuestras prioridades, gustos, actividades, obligaciones e incluso amistades han cambiado, mismos que nos han llevado a distanciarnos, no obstante aún nos frecuentamos, y hemos tenido la oportunidad de pasar y compartir grandes ratos (ahora también fuera de mi morada). ¿Recordará todas esas veces en que casi me mata por las calles forradas de adoquines?, ¿aquellas incontables ocasiones en que la gente nos observa de grima manera?, ¿qué hay con los “mártires de la risa”? (ese día faltó poco para que mi caja torácica fuera destruida).

Recientemente podría pensar que mi interés ha disminuido, que su amistad es menos importante, contrario a eso le puedo asegurar que es de los pocos números de celular mi cerebro almacena sin titubear, que sigue siendo parte de mis "números frecuentes", que sé a la perfección el nombre de todos los integrantes de su familia, que su cumpleaños es una fecha que tengo tatuada, que aún no tiene (ni tendrá) sus sábanas de felpa, que quiero un Kenny gigante como el que algún día le regalaron, que pronto besaré a un mimo
y que me siento orgulloso de cada éxito que cosecha (siempre la presumo ante mis incultos amigos). Que la extraño y la tengo presente en cada momento. Y le ofrezco una sincera disculpa si es que acaso he fallado.









Hace años que Berenice no festeja el día 14 de Febrero, su cabello ahora es color zanahoria y sin forma, sus pechos se desarrollaron bastante, su piel sigue pálida y sus uñas maltratadas, ahora se le ve poco con gafas, tiene unas de marca Dolce&Gabbana (según me hizo énfasis) que su hermana le obsequió. Aún me cuenta historias únicas, con personajes cada vez más extraños, sigue presentándome a sus parejas y contándome gran parte de sus intimidades. Sus relatos ahora se plasman en escritos, que son publicados exitosamente.

Ella admite que es una mala persona, sin embargo, yo pienso que es grandiosa.

Por cierto: "Yo tampoco te he dejado de amar"

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